UN TERRIBLE PRESAGIO:
De cuantos le conocían o habían oído hablar sobre él, coincidían en la rareza de este hombre.
Ciertamente no se equivocaban, pues bastaba mirarle para intuir cómo -según el parloteo de quienes le rodeaban- dicho hombre era un ser huraño y esquivo, cuyas relaciones con la gente eran cada vez más escasas, por no decir que prácticamente carecía de ellas.
Cierto día, decidí acercarme a la desvencijada buhardilla donde vivía para conocerle en persona y poder ver con mis propios ojos -ya que soy una persona carente de prejuicios- si realmente se encerraba en su habitación y, a su vez, en sí mismo para llevar a cabo desconocidas pero sabidamente extrañas tareas sin importarle si habían ido a visitarle y sin afectarle el paso de horas y según decían, días, tal vez meses enteros.
Caminé hasta el viejo bloque de apartamentos del callejón que cruza la avenida del oeste de la ciudad y conforme entré pude apreciar la desolación y el abandono que acechaban el lugar. Si en ése momento hubiera hecho caso a mis emociones, al mal augurio que todo aquello emanaba cual perfume portado por la Muerte, tal vez si hubiese creído las afirmaciones sobre ese...hombre, o lo que fuera en realidad, los hechos que acontecieron una vez con él nunca hubieran tenido lugar y no me habrían marcado para siempre. Ascendí las escaleras y llamé a la puerta. No hubo respuesta por lo que golpeé repetidas veces. Ya me daba la vuelta para marcharme, cuando el chirrío de la puerta me sobresaltó y me hizo girarme.
Un hombre alto de aspecto enfermizo, muy pálido, con ojos vidriosos y pelo oscuro al cual no pude -afortunadamente- calcular una edad, me hizo pasar al interior del ático sin articular palabras. De nuevo me inundó ésa sensación, ese presagio de que algo extraño, algo terrible iba a suceder.
El pequeño salón estaba a oscuras, ya que las raídas persianas estaban echadas hasta abajo y solo había la luz de un candelabro de aspecto antiguo. Fue entonces cuando mi singular anfitrión dijo con voz monocorde: -Detesto la luz del sol, además así es mejor para ahuyentar malas compañías, los curiosos que me importunan frecuentemente salen de aquí en cuanto ven esta habitación-.
Yo pregunté : -Dígame, soy yo uno de esos curiosos, ¿verdad?-
Pero él no contestó.
Todo estaba sorprendentemente ordenado, aunque el mobiliario era escaso y viejo; una mesa de madera y un par de butacones, no había lámparas ni alfombras, tan solo éso y al menos cinco estanterías repletas de libros sobre diversos temas; ciencias, historia, novelas de todos los géneros y épocas, y...ante mí se encontraba un ejemplar del, en mi opinión, poco creíble Necronomicón acompañado siniestramente por obras grimoires de esa calaña, tales como Cultes des Goules y un tal Saducismus Triumphatus. Tal vez realmente se dedicaba a invocar demonios y muertos, tal vez solo tuviera esos libros por adquirir conocimientos más extensos abarcando todos los temas...pero esa última opción se vió desmentida cuando entró en su habitación y yo decidí seguirle.
El terror se apoderó de mí y el color se ausentó de mi rostro.
Ésa habitación era un reflejo de todo el mal que realmente había en aquel hombre, no por él en sí, sino por las causas de la práctica de ritos de magia negra que ahora sé que hacía.
Había algo horrible dentro de él, o quizá era así de perverso, aunque también podía no ser humano, ser un demonio salido de los grimoires cobrando forma humana...en ese instante, todas la ideas se me agolpaban y no podía pensar con claridad.
Las paredes estaban salpicadas de la sangre que bañaba el suelo. Toda la habitación estaba cubierta por papeles con anotaciones y extrañas formas dibujadas que también aparecían grabadas, o más bien quemadas en el suelo y paredes. El único mueble era un escritorio carcomido por el paso del tiempo, y un retrato de un hombre que se asemejaba a quien pertenecía, solo que el retrato era sorprendentemente antiguo y las ropas del hombre que aparecía también.Allí no había ventana, ni candelabro. Pude ver toda esa escena por la lúgubre luz de la otra sala, luz que además me permitió ver de dónde procedía una buena parte de la sangre.
En un rincón de la habitación se agolpaban los restos de un cadáver humano, además de cuerpos destrozados de gatos, ratas y demás animales. Traté de correr pero las piernas no me respondían, al intentar gritar sentí como si las cuerdas vocales me hubieran desaparecido. Todo aquello era tan macabro y desagradable que me olvidé durante un momento del causante de mi espanto.
Pero allí estaba, con una horrible mueca en forma de sonrisa y los ojos tornados de color malva, su piel adquirió un tono amarillento y avanzó hacia donde yo me encontraba. Entonces una sucesión de imágenes pasó por mi cabeza como una película, lo último que pensé fue que esa cosa llevaba al menos varios siglos llevando a cabo todo aquello.
Lo que pasó a continuación no lo recuerdo.
Creo que me mordió en el brazo izquierdo, porque tengo una cicatiz en forma de semicírculo. Pero cuando desperté estaba en un hospital donde todos afirmaban que resbalé al subir las escaleras de aquel viejo apartamento y caí rodando hasta el primer piso, donde un señor con un aire extraño me había encontrado inconsciente.